La amplia acogida que ha recibido entre los planificadores
y administradores la Metodología de Marco Lógico (MML) en los últimos años se
debe en gran medida a sus virtudes y ventajas sobre otras herramientas con
similares propósitos.
Para comprender mejor esta situación, conviene aclarar
algunos aspectos sobre el entorno en que se desenvuelve y el escenario ideal o
prerrequisitos mediante los cuales el instrumento alcanza su máxima utilidad y
desempeño. En primer lugar, por lo regular las tareas de identificación,
preparación, evaluación, seguimiento y control de proyectos y programas se
desarrollan sin un marco de planeamiento estratégico que permita ordenar,
conducir y orientar las acciones hacia el desarrollo integral de un país,
región, municipio o institución. Al no estar claros o explícitos los objetivos
estratégicos o grandes metas, la asignación de los recursos se determina de
manera caprichosa y se encamina hacia múltiples direcciones que no siempre
pueden estar en sintonía con las prioridades o necesidades básicas. Por esta
razón, el ILPES con base en la experiencia de los gobiernos ha planteado la
necesidad de promover e institucionalizar cuatro funciones básicas de
planificación: prospectiva o visión de largo plazo, coordinación, evaluación y
concertación estratégica. Estas funciones o tareas, independientemente de la
institucionalidad que prevalezca, permitirían definir una visión de futuro
compartida, facilitarían la formulación concertada de planes y políticas
multisectoriales, sectoriales o territoriales y apoyarían la gestión por
resultados para conocer los impactos y el cumplimiento de metas de los
proyectos y programas y respaldarían una mayor participación, tanto pública
como privada, en el quehacer nacional, de manera descentralizada y efectiva.